Recuerdo que, cuando aprendí a leer, sentía que era una niña con superpoderes: era capaz de saber qué decía cualquier texto que cayera en mis manos, era capaz de entenderlo todo, ¡nadie podía pararme! O eso creía yo, porque una cosa es saber leer y otra cosa es tener comprensión lectora, pero el caso es que a mí me flipaba la cantidad de información que tenía a mi alcance sólo por saber unir unas letras con otras y darles sonidos.
Así empezó lo mío con la lectura. Leía sobre todo por las noches, en cama, hasta quedarme dormida con el libro en las manos. La cosa siguió así hasta que, en los últimos años de instituto, los teléfonos móviles, las redes sociales y demás inventillos modernos fueron comiéndose mi tiempo libre. Empecé a leer cada vez menos, y esto me provocaba una sensación ubicada en algún lugar entre la pena y la vergüenza.
A día de hoy creo que puedo decir que he retomado mi afición por la lectura. Desde abril he leído unos diez libros y no tengo pensado bajar el ritmo en lo que queda de año. Si queréis saber cómo lo he conseguido, a continuación os cuento qué cosas me han ayudado a devorar novelas como en los viejos tiempos.
1 | DAR CON EL FORMATO ADECUADO
Leer es una actividad que debe resultar placentera, así que esto que de primeras puede parecer una tontería es en realidad un punto importante. En mi caso, yo adoro los libros de bolsillo: pequeños, ligeros y doblables (me vais a odiar por esto, lo sé). Hay quienes prefieren los libros electrónicos o incluso el ordenador. El caso es que el formato no se convierta en un obstáculo que nos impida perdernos en la historia que estamos leyendo, que al fin y al cabo es lo importante.
2 | TENER SIEMPRE UN LIBRO A MANO
Esta ha sido la clave para mí. Desde hace unos meses, cargo siempre un libro en la mochila. A veces me siento idiota, llevándome una novela al súper o cuando quedo con amigos, pero más de una vez lo he agradecido para matar ratos muertos con los que no contaba de antemano. Además de llevarlo encima, también está bien tener un libro en la mesilla de noche o junto al sofá o en la mesa de trabajo para la pausa del café. La idea es que el esfuerzo sea mínimo, que cuando nos entre el gusanillo —a menudo, pasajero— de leer un poco, baste con estirar el brazo.
3 | APROVECHAR RATOS MUERTOS
Si tenemos siempre un libro a mano, podremos aprovechar para leer unas cuantas páginas durante esos ratos muertos en los que poco más podemos hacer. En mi caso, todas las mañanas leo en el bus que me lleva al trabajo. Si veis la tele, podéis leer durante la publicidad. Si estáis cocinando un estofado, por ejemplo, podéis leer mientras vigiláis el horno de vez en cuando. Y como estos hay mil ejemplos más. Y, aunque no lo parezca, se avanza un montón leyendo a ratitos.
4 | TENER UNA PILA —O UNA LISTA— DE LIBROS POR LEER
Una de las cosas que más me molan de leer es tener siempre varios títulos en mente para atacar próximamente. Tengo una lista eterna con cientos de títulos que me gustaría leer algún día y una montañita mucho más sensata de libros que he cogido en la biblioteca y que debo devolver en el plazo de un mes. Verlos ahí, llamándome a gritos, me hace querer terminar el libro con el que estoy ahora para descubrir qué me deparan esas páginas por ahora desconocidas.
5 | LEER UN LIBRO DETRÁS DE OTRO
Quizás sea porque me da miedo perder este buen ritmo que he cogido últimamente, pero por si las moscas no estoy descansando entre libro y libro. En cuanto termino uno, me pongo con el siguiente, ese mismo día. Y la verdad es que no siento que necesite un descanso, sino que cada vez quiero más.
¡Y esto es todo, así de sencillo!
¿A vosotros también os ha pasado que en algún momento perdisteis la afición a la lectura? ¿Conseguisteis retomarla? Si fue así, ¿cómo?