Si me cogieses de la mano y viajases conmigo a un día cualquiera de hace quince o veinte años, me verías acostada boca abajo en el suelo del salón, rodeada de folios, junto a una caja de latón llena de ceras de colores. Tal vez me encontrarías explicándole a mi madre la importancia vital de no tirar a la basura las cajas de cereales. Incluso podríamos viajar a aquel día en el que regalarle a mi profesora un ramo de flores de papel higiénico hechas por mí me pareció la idea con más clase que una mente creativa podía tener.
Visitaríamos la casa de mis abuelos para ver cómo mi prima y yo recolectábamos cosas viejas —relojes, gafas, espejos— para volver a vendérselas a ellos con todo el morro del mundo y muy poca vergüenza. Quizás nos verías en un soportal ofreciendo sobre un mantel dibujos y pulseras hechos por nosotras a cambio de algunas pesetas y descubriendo que, aunque es algo aburrida y da un poco de apuro, la vida del feriante puede ser muy bonita también.
Te reirías cuando me vieses poniendo cara de horror al ver cómo los dependientes de los comercios empaquetaban los regalos sirviéndose de envoltorios estándar llenos de arrugas, y liándome a envolver yo sola todos los regalos de Navidad con sólo unas horas de margen.
Creo que también te gustaría hacer una parada al lado de la ranura dorada que tenía la vieja oficina de Correos y sentir mi entusiasmo dejando caer dentro una carta, porque la mensajería tradicional mola lo que más.
Si me cogieses de la mano y viajases conmigo a un día cualquiera de hace quince o veinte años, entenderías por qué imaginar un pasador para el pelo, reunir los materiales necesarios para hacerlo, coserlo a mano con mucho cuidado, ponerlo a la venta, que una chica de Japón decida que no puede vivir sin él, empaquetarlo y enviarlo… me hace muy, muy feliz.
Con un poco menos de prosa he redactado, por fin, la presentación de mi tienda en Etsy. También he renovado las fotografías de algunos productos, porque si no cuestionase constantemente lo mío con la cámara podría llegar a dormir tranquila y, mira, yo eso no.
¿Qué me enseñarías tú a mí si me dejases viajar contigo a un día cualquiera de tu infancia?