TAG | Profesiones a las que me hubiese gustado dedicarme

Me apetecía publicar algo diferente y se me ocurrió que sería divertido hablar sobre profesiones —algunas reales, otras inventadas— a las que me hubiese gustado dedicarme; no sé si para el resto de mi vida, pero al menos durante un tiempo. Me llaman la atención muchas profesiones, pero estas son las que considero más curiosas.

Forradora de libros de texto
Fui la niña con los libros mejor forrados de todo el cole, esto es así. Me los forraba yo misma, con forro transparente del que no era adhesivo. Lo dejaba pegadito y tirante, para que no cogiera aire entre el forro y la portada, ¡eso era un horror! Me fliparía forrar todos los libros de todos los niños de un cole entero. En realidad, ahora lo veo un consumo de plástico bastante innecesario, pero en caso de que se pudieran emplear otros materiales para forrar, me encantaría hacerlo.

Empaquetadora de regalos
En la línea de lo anterior, uno de mis sueños de toda la vida es envolver regalos en unos grandes almacenes en plena época navideña. No tengo muy claro cómo me enfrentaría a una pelota, por poner el ejemplo de un objeto con forma rara, pero seguro que algo se me ocurriría.

Ordenadora
Esto para mí sería una fantasía de las grandes. Ir a casa de otros a hacer limpieza de mierda innecesaria y luego ordenar lo que haya pasado la criba. No sé muy bien cómo explicaros lo que significa para mí ordenar y hacer limpieza, pero es algo así como sentir que se me activa el cerebro. En plan «Aquí hay un problema y yo tengo las armas para solucionarlo». Y entonces me siento super útil y capaz, que no me pasa cuando hago otras cosas, la verdad sea dicha.

Correctora de faltas de ortografía
No es que sea yo infalible en el tema de la ortografía, porque estoy segura de que se me escapa más de una falta sin darme cuenta, pero sí controlo lo suficiente como para detectar gazapos en mensajes, redes sociales, blogs, anuncios e incluso libros. A menudo dejo de disfrutar de lo que leo porque me fijo más en la forma que en el contenido. Esto es terrible, en realidad. Me siento asquerosamente superficial, pero no lo puedo evitar.

Depiladora de cejas
Creo firmemente en el poder de unas buenas cejas: unas que, estando arregladas, no pierden su esencia, su tendencia natural. Quiero decir que si una ceja es redonda, debe dejarse redonda; si es gruesa, debe dejarse gruesa; etc. Basta con quitar los pelillos que sobran y, si se quiere, afinar un poco el rabito exterior. Por eso me horrorizan muchas cejas que veo por ahí: que, por querer cambiar su forma o grosor natural, acaban pareciendo un horror de los grandes. Ojalá ir por ahí con unas pinzas enmendando errores.

Cartera de cartas de verdad
Entregar facturas y cosas de esas no me haría ninguna ilusión, pero sí me gustaría mucho ayudar a que las cartas de verdad —como las que me escribo yo con mis amigas por correspondencia— lleguen a su destino. Sería como transportar noticias por el mundo. No sé, me parece muy guay. Qué pena que el correo tradicional se haya perdido casi por completo.

Reactivadora de aldeas abandonadas
¿Sabéis esas aldeas que salen en la tele en las que ya sólo quedan 13 habitantes, con una media de edad de 76 años, y en las que no hay ni una triste escuelita para el único niño que queda? Pues uno de mis sueños es reactivar aldeas de esas, poniendo en marcha iniciativas que atraigan, no sólo turistas, sino también habitantes fijos.

En fin, igual pensáis que soy idiota, pero estas son las cosas que pasan por la mente de una persona que no tiene una vocación profesional definida.

¿Coincidimos en gustos? ¿A qué cosas raras os hubiese gustado dedicaros a vosotros? Podéis tomar prestada la idea del post y hacerlo en vuestro blog a modo de tag, ¡me encantará leerlo!

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