Una chica me preguntó hace unos meses por qué mi blog se llama Petite Blasa. Entonces me di cuenta de que nunca lo había contado ―o eso creo― y pensé que podría escribir un post hablando sobre el tema. No es una historia apasionante, pero lo cierto es que a mí me encantaría saber por qué los blogs que sigo se llaman como se llaman, así que puede que a vosotros también os pique la curiosidad 🙂
Hace unos años, cuando todavía estudiaba en el instituto, me gustaba jugar en Facebook a un juego muy ridículo que se llamaba Pet Society. Desconozco si sigue existiendo, pero en cualquier caso seguro que sabéis de qué tipo de juego hablo: uno de esos en los que creas una mascotita, le das de comer, la vistes, le montas una casa… Me gustaba el rollo, no os voy a mentir. Era tan vergonzoso como adictivo. Mi mascota, que nunca supe qué animal era aunque a mí me gustaba creer que era una perrita, se llamaba Blasa. Blasa era monísima, para comérsela, y cuando hablaba del juego con mis amigas ―durante una época estuvimos todas patéticamente enganchadas― me refería a ella como Blasita.
Un tiempo más tarde empecé a hacer complementos y, aunque no era el intento de marca más profesional del mundo, me apetecía que mi pequeño proyecto tuviese un nombre. Entonces me acordé de Blasita. El mote, a secas, me parecía demasiado breve, así que empecé a barajar otras posibilidades.
A ver, cómo puedo decir lo mismo en dos palabras… Pequeña Blasa; no, la Ñ es un incordio para las direcciones web y los teclados extranjeros. Little Blasa; paso, lo de poner nombres en inglés está muy visto. Pues vamos bien, porque no conozco muchos más idiomas. Toca desempolvar el francés… ¿Petit Blasa? ¿Petite Blasa? Vale, me confirman que lleva E. ¡Pues Petite Blasa entonces!
No recuerdo cuánto duró el proceso, pero supongo que pocas horas. Dicen que el nombre de una marca es esencial, y no lo dudo, pero a mí suele importarme más lo que hay tras lo que las cosas parecen. Simplemente opté por lo que me pareció mejor en aquel momento, con sólo 20 años y toda la inocencia del mundo.
Más de cuatro años después, en los que he ido conociendo otros blogs con nombres parecidos y apenas me acuerdo ya de Blasita, sigue gustándome el nombre que escogí. No sé si es el que habría elegido ahora, pero lo cierto es que no me he aburrido de él ni ha dejado de gustarme.
Ahora contadme vosotros… ¿Jugabais a Pet Society? ¿Cómo era vuestra mascota? ¿Cuál es la historia tras el nombre de vuestro blog? Espero que haya más anécdotas vergonzosas por ahí 🙂