Algo que me ha gustado siempre es la decoración. Como en cualquier otro ámbito, no sigo tendencias, pero tengo muy claro qué cosas me gustan y cuáles no. Sobre todo, tengo claro que una casa tiene que estar pensada para ser cómoda y funcional. No entiendo a la gente que tiene sofás sobre los que no se pueden apoyar los pies o salones en los que no se puede entrar para que no se estropeen los muebles. Ni comodidad implica falta de estilo, ni la única manera de cuidar las cosas es convertir la casa en un museo, ¿no creéis?
Me encantan las mantas. Me chiflan. De todos los tamaños, tejidos, estilos y colores que pueda haber. Abrigan cuando hace frío, acompañan cuando tenemos el día de ver comedias románticas mientras comemos helado y decoran cualquier espacio de la casa con su sola presencia.
¿Os gustan las mantas? ¿Sólo para el invierno o también para el verano? Después de preparar este post, lo único que me apetece es tumbarme en el sofá, echarme una manta por encima y pasarme todo el día leyendo… ¡Pero tengo cosas que hacer!